La llegada

Anduvimos un buen rato en aquel páramos solitario hasta que avistamos las luces de aquel pueblo. La noche era clara, con una enorme luna plateada que nos permitía caminar sin tropiezos, así que desconecté mi radar biológico y aspiré por primera ve el gélido aire de la Tierra. Miré mi aspecto y el de Fina y me sentí extraño en mi nueva envoltura cuasi humana que me permitiría vivir aquí sin ser descubierto. Al llegar a las primeras casas divisamos un humano y nos dirigimos hacia él. Era pequeño, enjuto, vestido como un labriego y de pequeña estatura. Al vernos nos miró asustado, se puso lívido y nos pidió que no le hiciésemos daño. Extraños estos seres que se asustan ante otros seres vivos, le comenté telepáticamente a Fina y Segura. Le pregunté en su idioma a aquel terrícola donde podría comprar una casa y cuando le ofrecí una estampita morada, se calmó sonrió y dijo : ¡síganme!. Curiosa esta gente que, para vivir, tienen que intercambiar estampitas de diferentes colores y tamaños para conseguir bienes materiales. Incluso se las roban entre ellos, tal es su empeño en consumir de estos seres primitivos. Esto prueba su atraso evolutivo porque habría que retroceder mucho en el tiempo para encontrar cuando los raticulianos hacíamos trueques, creíamos en la propiedad privada y formábamos una sociedad donde la riqueza estaba desigualmente repartida.

Las estampitas moradas son las que mas valen. Por dos de ellas te dan cinco amarillas, por una amarilla dos verdes, por una verde dos marrones, por dos marrones cinco azules, por una azul dos rojas y por una roja dos grises. Luego una estampita gris vale cinco círculos metálicos bicolor y estos a su vez se subdividen en otros hasta llegar uno muy pequeño de color cobre con el que no se puede comprar nada. Hasta en eso son raros estos tíos. Mis manuales sobre la Tierra dicen que aquí hay gente que se llama de derechas que lo quieren todo para ellos y otros de izquierdas que también. La diferencia es que uno lo consiguen no pagando el trabajo de terceros y los otros quitándoselo con una cosa que llaman impuestos y se basa en no pagarte una parte de lo que ganas. …. …. …

El hombrecillo nos dejó en la puerta de una casa donde estaba escrito: “Inmobiliaria el Pocero, la mejor del mundo entero” y desapareció, visto y no visto. Y allí entramos y conversamos con uno de los empleados. Por unas estampitas moradas aquí y allá nos enseñaron unos planos con mucha excitación, nos hicieron firmar unos papeles y nos llevaron en coche hacia el sur bordeando una gran ciudad hasta un pueblo llamado Seseña a un lugar donde había un amasijo de viviendas en medio del campo, muchas de ellas aún en cosntrucción. Allí en un bloque de 12 pisos, en el ático nos alojamos Fina y yo. Ya teníamos vivienda. Luego por recomendación del de la inmobiliaria metí todas las estampitas moradas en un local llamado banco, cosa que puso muy contento al que trabajaba allí y nos dio una tarjeta de plástico a cada uno para sacar estampitas e incluso pagar con ella.

Esta gente no conoce la tele trasportación, se desplazan en unos cubos de metal y hierro que funcionan con un líquido orgánico que queman. Como se trata de no llamar la atención me he comprado uno en una tienda de aquí al lado. He buscado uno discreto para que queremos pasar desapercibidos. He comprado pues el que me han aconsejado en una tienda de aquí que se llama “Tunning car” y que dicen que son coches muy dicretos. Total solo me ha costado 100 estampitas moradas.


Me asomo a la terraza de nuestro nuevo hogar. Apenas se ven estrellas en el cielo por la contaminación luminosa. Y rememorando el viaje hacia aquí recordé ver todo tipo de inmundicias y un entorno destruido por edificios y un campo arrasado sin árboles ni animales. Y ahora empiezo explicarme el por qué en algunos círculos raticulianos se pensaba invadir planetas como este que estaban siendo destruidos por su propios habitantes, ignorantes del paraíso que habitaban algo que ya nos gustaría tener en Raticulín donde el medio ambiente es tan duro.


Fina y Segura, mientras tanto está poniendo la casa patas arriba, cambiando todo de lugar y diciendo que no salga mientras tanto de la terraza. Se ve que ha sentido la llamada de los ancestros muy lejanos, ha conectado con las hembras de su nuevo planeta y se está convirtiendo en la jefa de esta casa, en un tipo de mujer que llaman aquí maruja. A lo mejor eso de maruja es una enfermedad vírica y ella está afectada. ¡Que guapa era antes de que la modificaran genéticamente para que pareciese humana!. Recuerdo su color verde oscuro, su piel rugosa, aquellas verrugas pilosas alrededor de los labios que la hacía tan atractiva,..., un verdadero monumento raticuliano. Casi mejor que la hayan transformado porque vivir al lado de una bella mujer que no es mi pareja me pondría nervioso.
Bueno, ya estamos instalados Fina y yo. Ahora a ponerse a trabajar.